viernes, 5 de septiembre de 2025

Septiembre (I)

Estoy harta, y como nadie quiere escucharme o le da igual, pues escribo aquí. A veces pienso de dónde saca la gente el buen humor de cara a la galería cuando de puertas para adentro te pasarías el día en la cama sin salir, sin hablar, sin gastar energía. ¿Qué os anima a vivir? Yo solo quiero que un coche me atropelle, pero ni despistándome me pasa, ¿estaré protegida por alguien? ¡Que se manifieste! ¿Qué quiere de mí?

Me envían propaganda, doy las gracias y deseo suerte. No responden. Pregunto a una de mis mejores amigas qué tal su verano, sin respuesta. ¿Adónde están los tan buenos deseos de antes, que si hermana que si mi...? 

Y cuando hay un plan, siempre es lejos de donde vivo, siempre, no puede ser a medio camino o en otro lugar, no; tiene que ser a cinco minutos de la otra persona. Me he cansado.

Septiembre es un mes raro, es de las pocas veces que no me gusta y no tengo ganas de absolutamente nada. Mi ciudad está llena de ocio, no quiero ir a nada en absoluto. En todos los sitios hay demasiada gente, te empujan, te rozan con su sudor retestinado, hay mucha gente que huele mal, y esto último es una cosa que voy a repetir hasta la saciedad, porque en esta sociedad hay personas que, no conocen la palabra agua, jabón, colonia y desodorante. Y si no fuera porque corro el riesgo de vete a saber qué, pues haría cosas: promociones de productos de higiene personal, distribuidora de Avon Cosmetics, quién sabe.

Podéis creeros, que hace poco tuve un trabajo en un piso (vamos a obviar qué tipo de trabajo, porque vari@s de aquí sabéis mi profesión) y del olor raro a comida extranjera salí de ese lugar con náuseas? Sí, querid@s lectores, esto es real. Y la persona me ha vuelto a reclamar para trabajar nuevamente, por supuesto he dicho que no.

viernes, 22 de agosto de 2025

Los caramelos de la felicidad.

Érase una vez una fiesta de carnaval con toneladas de confetti y 40 caramelos. La aventura de llegar es lo de menos, pero vamos paso por paso.

Este fue el tercer febrero que iba. El primero iba perdida, ya había confetti por el suelo y ya habían pasado todas las carrozas. La segunda vez, pude ver por fin las carrozas y a la maga. Ella iba acompañada de su mago, que iban disfrazados como de vampiros. Los vi de lejos, para nada quería ser una aguafiestas. La multitud de carrozas iban tirando caramelos a diestro y siniestro y logré cazar bastantes el año pasado. Pude disfrutar plenamente acompañada de una amiga una lluvia de confetti de unas 20 toneladas. Fue mágico y especial.

Este año fue raro, me tocó ir sola y estaba preocupada por unos temas personales. Fue una escapada exprés, porque no podía perderme, una vez más, una fiesta tan grande. Además, este año lo hicieron mucho mejor porque cambiaron la ruta de las carrozas y había mucho más espacio para verlas. Volví a ver a la maga, esta vez su grupo iba de payasos piaratas. Recogí 40 caramelos, 20 de los cuales aún me duran, de muchos sabores: fresa, limón, naranja, piña y manzana verde.

Y estos son los caramelos de la felicidad, porque al comerme uno me traslado a aquel día inigualable y espectacular. Son caramelos mágicos, pero la maga todavía no me dio ninguno, ¿en 2026 pasará? Lo importante la próxima vez es volver a pesacar caramelos como si no hubiera un mañana y acabarme los de este año, besándolos y dando las gracias por tan rico manjar.

¿Habrá siguiente capítulo...?


sábado, 15 de febrero de 2025

Los miedos y las mierdas

Desde bien pequeñas, se nos educa en el miedo a través de precauciones varias: "niña, no cojas caramelos de desconocidos", "niña, no te fíes de nadie... ni vengo de parte de tu madre ni de tu padre...", "niña, vigila, que anda por ahí el hombre del saco...". Todo esto, a la larga de tanto repetírtelo, llega un momento en tu vida que te sobrepasa y sobrecoge a la vez.

Llevas tal mierda mental que, empiezas a aislarte en tu mundo interior para no ir al exterior. Y así creces, con la única relación social de unos diarios escritos --que por cierto, tengo el último abandonado, a ver si escribo-- que, seguramente, no volveré a releer: están llenos de más penas que alegrías y alguna que otra mentirijilla de cuando era pequeña y me peleaba con mi yayo por ver la tele, ojalá me siguiera peleando con él, por cualquier cosa. 

Cuando te haces adulta, ves las cosas de otra manera y eres más comprensiva, o eso quiero entender. 

Ahora tengo otros miedos y mierdas de vida madura, esos que nos creamos en la cabeza muchas veces películas sobre: "¿qué va a ser de mí en unos años? ¿Tendré trabajo estable? ¿Seré feliz? ¿Caeré enferma y me pasaré el resto de mi vida sufriendo?..."

Nunca, absolutamente nunca os dejéis hundir por nadie por muchas mierdas y miedos que os quieran inculcar, buscad ayuda, que parece que no, pero existe; eso sí: pagando billete tras billete.

Tengo una lucha interior y un mar de dudas particular que, si salgo de este bache... Lo primero que haré es llamar a mi mejor amiga para celebrarlo por todo lo alto. T'estimo M.R.