sábado, 15 de febrero de 2025

Los miedos y las mierdas

Desde bien pequeñas, se nos educa en el miedo a través de precauciones varias: "niña, no cojas caramelos de desconocidos", "niña, no te fíes de nadie... ni vengo de parte de tu madre ni de tu padre...", "niña, vigila, que anda por ahí el hombre del saco...". Todo esto, a la larga de tanto repetírtelo, llega un momento en tu vida que te sobrepasa y sobrecoge a la vez.

Llevas tal mierda mental que, empiezas a aislarte en tu mundo interior para no ir al exterior. Y así creces, con la única relación social de unos diarios escritos --que por cierto, tengo el último abandonado, a ver si escribo-- que, seguramente, no volveré a releer: están llenos de más penas que alegrías y alguna que otra mentirijilla de cuando era pequeña y me peleaba con mi yayo por ver la tele, ojalá me siguiera peleando con él, por cualquier cosa. 

Cuando te haces adulta, ves las cosas de otra manera y eres más comprensiva, o eso quiero entender. 

Ahora tengo otros miedos y mierdas de vida madura, esos que nos creamos en la cabeza muchas veces películas sobre: "¿qué va a ser de mí en unos años? ¿Tendré trabajo estable? ¿Seré feliz? ¿Caeré enferma y me pasaré el resto de mi vida sufriendo?..."

Nunca, absolutamente nunca os dejéis hundir por nadie por muchas mierdas y miedos que os quieran inculcar, buscad ayuda, que parece que no, pero existe; eso sí: pagando billete tras billete.

Tengo una lucha interior y un mar de dudas particular que, si salgo de este bache... Lo primero que haré es llamar a mi mejor amiga para celebrarlo por todo lo alto. T'estimo M.R.


lunes, 28 de octubre de 2024

Ser dictamable

Nunca tratemos de hacer cambiar a las personas (consejo) porque anularemos su esencia más pura, nos guste más o menos. Es su alma, tiene una historia que contar de por qué es así (¿le hemos preguntado por qué siempre está de mal humor?) y no tiene el carácter de un personaje de Disney.

Vamos a dejar de decir a las personas cómo tienen que ser y qué tienen que hacer, que la dictadura ya pasó. 

¿Qué tal si les preguntamos qué tal están?

Los estereotipos de personalidad que quieren inculcarnos los demás solo sirven para vender tipos de humanos que muchos de ellos no existen, ni tienen alma y se les ve en la cara la falsedad en su sonrisa y amabilidad.

¿Sientes la amabilidad en el corazón para serlo?

Toda la vida me han dicho que por qué soy así, que por qué contesto mal…

Porque quiero tener una vida sana y feliz, y no la puedo tener. Entre otros motivos que no puedo escribir porque me acaban de caer dos lagrimones.

Dejen de decir a las personas cómo tienen que vivir su vida, ¡¡que solo hay una y hay que disfrutarla a nuestra manera!!

viernes, 30 de agosto de 2024

La masía mágica.

    Hace muchos, muchos años... viví varias experiencias en una masía de la Costa Daurada. Por suerte fueron todas buenas. Allí nos reunimos varias veces cuatro amigas, cenábamos y nos quedábamos a dormir, siempre juntas en el comedor. No nos atrevíamos a dormir separadas, nos queríamos mucho y hablábamos hasta altas horas de la madrugada. Éramos muy avenidas, pero muy diferentes.

    Hubo una noche de fin de año, la recuerdo como si fuera hoy, que primero bebí Coca-cola, luego champán para brindar las campanadas y no dormí, pero fui feliz, estando al lado de ellas, la amiga que nos llevó a la casa llevó un ordenador portátil, una memoria USB y puso un batiburrillo de canciones de los años ochenta y noventa. Me quedé sin palabras, de las noches más perfectas de mi vida.

    La masía era de unos señores cuyos cuidadores eran los padres de una de ellas, y nos explicó esta chica que se decía que por allí merodeaba a veces su abuelo. Yo, no sé el porqué, no tuve miedo; sí respeto, me sentía una forastera en esa casa: tan grande, bonita y acogedora. Pensaba que si movía algún objeto, el señor vendría por la noche a llamarme la atención haciéndome alguna señal o, quizás, hablándome. Pero lo mejor de todo de aquella masía es la paz que se respiraba: siempre que iba era como terapéutico, pisaba solamente la zona y ya sentía tranquilidad y amor.

    Una vez llegamos de noche, miré al cielo y perdí la cuenta de tanas estrellas como habían, respiraba oxígeno y vida. Eso ya nunca más va a ocurrir, pero en esta vida, hay que buscar experiencias parecidas a aquellas por las cuales fuimos felices; y voy a intentar por todas volver a sentir paz, armonía, amor y felicidad viendo estrellas donde sea.