Desde bien pequeñas, se nos educa en el miedo a través de precauciones varias: "niña, no cojas caramelos de desconocidos", "niña, no te fíes de nadie... ni vengo de parte de tu madre ni de tu padre...", "niña, vigila, que anda por ahí el hombre del saco...". Todo esto, a la larga de tanto repetírtelo, llega un momento en tu vida que te sobrepasa y sobrecoge a la vez.
Llevas tal mierda mental que, empiezas a aislarte en tu mundo interior para no ir al exterior. Y así creces, con la única relación social de unos diarios escritos --que por cierto, tengo el último abandonado, a ver si escribo-- que, seguramente, no volveré a releer: están llenos de más penas que alegrías y alguna que otra mentirijilla de cuando era pequeña y me peleaba con mi yayo por ver la tele, ojalá me siguiera peleando con él, por cualquier cosa.
Cuando te haces adulta, ves las cosas de otra manera y eres más comprensiva, o eso quiero entender.
Ahora tengo otros miedos y mierdas de vida madura, esos que nos creamos en la cabeza muchas veces películas sobre: "¿qué va a ser de mí en unos años? ¿Tendré trabajo estable? ¿Seré feliz? ¿Caeré enferma y me pasaré el resto de mi vida sufriendo?..."
Nunca, absolutamente nunca os dejéis hundir por nadie por muchas mierdas y miedos que os quieran inculcar, buscad ayuda, que parece que no, pero existe; eso sí: pagando billete tras billete.
Tengo una lucha interior y un mar de dudas particular que, si salgo de este bache... Lo primero que haré es llamar a mi mejor amiga para celebrarlo por todo lo alto. T'estimo M.R.