sábado, 3 de diciembre de 2022

El ermitaño místico (I)

Érase una vez, en lo alto de una colina gallega, un ermitaño. Era alto, esbelto, de expresión seria, barba media y ojos negros azabache. Causaba mucha atracción de entre las más bellas damiselas del lugar, todas querían casarse con él.

Cada día tenía su ritual del buen vivir: por la mañana, se tomaba su café al lado de un buen libro; al medio día, sus macarrones a la boloñesa y su postre favorito, helado de chocolate; por la tarde tomaba otro café acompañado de algún dulce y su libro; por la noche cenaba ligero, cualquier cosa que le ayudase a conciliar el sueño, ya que al paso de los años, le costaba entrar en los brazos de Morfeo. Como a muchos humanos.

Aquel ermitaño era tan inteligente, que no se dejaba cortejar por mujeres, no le convenía, pensó. Él no quería compromisos de ningún tipo ya, estaba dedicado en cuerpo y alma al cultivo de la poesía mística, decidió este camino al ver que con las mozas no había mucho entendimiento algunas veces. Preferió el camino de la Luz Divina.

En su pequeño y acogedor monasterio, tenía todo lo necesario para vivir; alejado del mundanal ruido de la ciudad, que tanto hastío le causaba siempre. Le servían varias personas a su merced, con todas las comodidades posibles.

Un día, una de aquellas mozas de la colina que volaban los vientos por él, se acercó a su monasterio sin avisar. Picó a la puerta de una de las habitaciones del ermitaño y este le abrió con aires refunfuñones.

--Buenos días señor, le traigo un pequeño dulce para que se deleite vuestra merced, lleva aquí muchos días encerrado, le veo más delgado y he pensado que esto podría gustarle...

--¿Hermenegilda, qué hace usted aquí, si puede saberse?

--No no, mi señor, solo quería que se alimentara un poco...

--¿Y viene así, sin avisar? ¿A usted qué le importa si me alimento o no? ¡Como si me muero! Estoy harto, siempre alguien viene a interrumpir mi paz, mi lectura y mis poesías. 

--No se preocupe, paso el mensaje al resto de chicas para que no vengan nunca más a servirle nada, ni a hacerle detalles de ningún tipo, ni a darle los buenos días, ni a limpiarle su apestosa habitación, que tienen que ponerse una máscara especial cada vez que entran aquí. ¡Un respeto! Llevamos años sirviéndole sin nada a cambio, cubriendo sus necesidades básicas ¿y así nos trata? Es usted un desdeñoso ermitaño desagradecido, y mire, ahí tiene su castigo divino, siempre estará solo.

--El camino que he escogido no entinde de compañías, hay que estar solo para llegar a la Gloria Divina, sin dependencias ni apoyos más que los del gran Jefe del Cielo. Desaparezca de aquí ya. Déjenme tranquilo. No tengo ganas de debatir.

Y después de esta conversación, el poeta místico escribió sus últimos versos y los dejó en su pequeño y acogedor monasterio para la posteridad.

Finalmente, se unió su alma con Dios, en busca de su paz interior, que tantos años había perseguido.

domingo, 28 de agosto de 2022

Actitud y oratoria

Hace pocos días escuché a alguien decir que la actitud y la oratoria es lo que puede hacernos triunfar en la vida y vencer los obstáculos que nos obnubilan nuestros deseos.

Aplicándolo al ámbito laboral, como profesora que soy, lo entiendo: debo cumplir la mayoría de las expectativas de mis alumnos, y eso solo lo he conseguido gracias a mi actitud y oratoria, ya puedo tener todos los estudios que sean… que, sin esas dos acciones, difícilmente estén contentos.

Por ejemplo, una clase de pura gramática con un mismo tono de voz, tirando a monótono, es bastante imposible que tus receptores entiendan algo; sin embargo, poniendo toda tu actitud y oratoria con diferentes maneras de explicar, tonos de voz y alguna que otra broma sobre el propio temario, tienes a tus alumnos ganados.

Evidentemente, hay millones de maneras de explicar las asignaturas de cualquier profesional cualificado, de eso no cabe la menor duda, y también se ganan sus alumnos con sus técnicas; pero creo que estas dos son fundamentales.

sábado, 2 de abril de 2022

Cortocuentos amorosos.

Cortocuento I ("Ese halo medieval")

Te conocí, con la esperanza de probarte. No nos ha dado tiempo a nada, al menos compartimos el gusto por los minerales. Me volvía loca la idea de besarte, en algún momento, pero en vista de que no te acercabas más, no pude tomar la iniciativa; yo, que era tan valiente y ahora... me vuelvo tímida cuando alguien me gusta de verdad. Siento que es como frágil. Ya alguien vuela tus vientos, pero no voy a perder la esperanza de apostar por tu amistad, bajo el secreto de una atracción inconsumable.

Cortocuento 2 ("Vapores virtuales")

Al empezar nuestra videoconferencia, he empezado a tartamudear como una niña; nada más escucharte en mi idioma extranjero favorito se me han subido muchos vapores a la cara, suerte que no me veías. Después, a cara descubierta, tú seguías tu discurso y yo, en la sombra, sentía esas mariposas mágicas de las películas; son ciertas. Tenemos el poder de hacer realidad aquello que nos imaginemos. Me quedaba muchas veces en blanco, me temblaba la mano al escribir tus ideas... ¡Qué martirio más grande no poder conquistarte! 

Cortocuento 3 ("A quien nunca olvidaré")

Hay personas en nuestra vida que nos marcan para siempre, y aquí apareces tú: después de 11 años de amistad han pasado muchas cosas en nuestras vidas privadas, pero este secreto enamoradizo nunca te lo confesaré, porque no sirve de nada sincerar una pena tan grande, no poder alcanzarte desde nunca y tenerte para siempre en mi alcoba.

Cortocuento 4 ("Ese amor juvenil imposible")

Mi príncipe nórdico, frío, inteligente y orgulloso; escucharte es entrar en el universo íntimo de tu mente intelectual que pocas mujeres alcanzamos. Y es que existen tantos placeres como experiencias, no necesariamente íntimas. Recuerdo comernos esas galletas secretas de tu familia, en plena Navidad; sentir que rozo el cielo, que una galleta de esas es un beso tuyo que se me clava en el corazón. Pensando en su gusto celestial sonrío, tontamente, y me pregunto si algún día esas galletas se convertirán en besos reales de alguien diferente a ti, tan imposible como tantos amores.