jueves, 27 de diciembre de 2012

Érase que se era en lo más alto de una colina, un castillo muy pequeñito donde vivía una niña rubia con los ojos azul cielo. Era pobre y sencilla, pero tenía el corazón muy grande porque a pesar de su desgraciada vida material siempre hacía el bien cuando alguien le pedía algo. Su soledad desapareció cuando ayudó a una niña muy rica pobre de corazón. Lo tenía pequeño porque se pasó la vida ahorrando cada céntimo que le regalaba su ostentosa familia y no veía lo bella que podía ser la vida repartiendo un poco de su bondad interior a muchas personas: consolándolas por problemas, acomapañándolas en los caminos duros... O simplemente regalándoles unas dulces palabras; ya que ayudar moralmente a alguien no cuesta dinero, sino paciencia, esfuerzo y voluntad.
La niña rica aprendió la lección y empleó toda su fortuna en crear un enorme castillo para la niña pobre, una ciudad con todas las comodidades para los más necesitados y un centro de salud. A medida que pasaron los años, la niña rica se quedó pobre y la pobre se hizo rica.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Vida al bosc.

Sota un sol radiant, una ninfa es pentinava els cabells d'or al bosc.
Durant les nits, demanava a la lluna que volia veure al seu amor. I una nit vingué el seu príncep volant sobre un pegàs.
Pentinada i enamorada, la ninfa i el seu estimat passaren la nit junts sota la lluïsor de la lluna i la mirada intensa d'un mussol. La ninfa preguntà a l'animaló perquè els vigilava de prop i ell li digué que era l'animal protector dels enamorats, perquè als boscos viuen molts éssers estranys i ell, dotat de la millor intel·ligència i saviesa, tenia el deure de vetllar per aquelles persones bones que donaven al bosc vida i armonia.


 

sábado, 28 de abril de 2012

9346009...

Ayer me desvelé, no recuerdo bien cuál fue la causa... Mi mente se trasladó a 65 kilómetros. Hacía tiempo que no hacía un viaje mental de recuerdos. Estaba en casa, con mi madre... después mi mente recordó una factura de bastantes miles de las antiguas pesetas, fue ese el motivo por el cual mi padre cortó el teléfono fijo. Mi madre y yo nos dirigíamos a la cabina, me decía que se llevaba veinte duros y nada más, para hablar un poco con mi abuela. Marcaba el número y yo pensaba "buah, cuánto rato tendré que estar aquí de pie... como venga un loco y nos atraque...". Pero en realidad me gustaba acompañarla, casi siempre llamaba de noche. Ahora, un poco más adulta, puedo llegar ligeramente a comprender esas facturas, cuando tienes cerca de unos treinta pocos años, tu marido trabaja de noche, tu hija es pequeña para contarle cosas y no tienes otra compañía que el teléfono, para charlar conversaciones adultas que crees que tu hija no entiende, y a su edad infantil entendía... pero no ha podido entrar en ellas. Ahora puedo entrar, pero más bien huyo. En el momento en que acabó la sesión de repaso por el pasado, dos lágrimas bañaban mis ojos y bajaban por mis mejillas.