jueves, 27 de diciembre de 2012

Érase que se era en lo más alto de una colina, un castillo muy pequeñito donde vivía una niña rubia con los ojos azul cielo. Era pobre y sencilla, pero tenía el corazón muy grande porque a pesar de su desgraciada vida material siempre hacía el bien cuando alguien le pedía algo. Su soledad desapareció cuando ayudó a una niña muy rica pobre de corazón. Lo tenía pequeño porque se pasó la vida ahorrando cada céntimo que le regalaba su ostentosa familia y no veía lo bella que podía ser la vida repartiendo un poco de su bondad interior a muchas personas: consolándolas por problemas, acomapañándolas en los caminos duros... O simplemente regalándoles unas dulces palabras; ya que ayudar moralmente a alguien no cuesta dinero, sino paciencia, esfuerzo y voluntad.
La niña rica aprendió la lección y empleó toda su fortuna en crear un enorme castillo para la niña pobre, una ciudad con todas las comodidades para los más necesitados y un centro de salud. A medida que pasaron los años, la niña rica se quedó pobre y la pobre se hizo rica.


2 comentarios:

Jonatan dijo...

Es una bonita historia de la que se puede aprender que no es más rico el que más tiene sino el que más comparte.

Jonatan dijo...

Es una bonita historia de la que se puede aprender que no es más rico el que más tiene sino el que más comparte.