De repente me encuentro acompañada en la terraza de un bar de una chica que conocí hace más de veinte años, siempre que la veía en el instituto y pasaba por delante mía olía a vainilla. No recuerdo por qué estoy aquí con ella ahora.
Empezamos a tener una charla, yo tranquila a la vez que tímida le voy diciendo alguna cosa, seguramente algún disparate por mi carácter impulsivo de mierda; ella me explica el plan de un trabajo que teníamos que hacer juntas.
Y cómo no, sin venir a cuento, al poco rato le cojo suavemente modo caricia de ambos antebrazos y le digo:
--Mira, ya han pasado muchos años, tengo que confesarte algo. Estoy preparada para ello.
Ella, se queda parada, sorprendida y sonríe.
--¡Ah! Vale, pues...
En un instante me viene ese olor a vainilla de nuevo, del recuerdo, seguía llevando el mismo perfume. ¿Cómo es posible que aún lo vendan, después de tantos años? Me volví loca, me empezaron las dudas otra vez: se lo digo, no se lo digo... Decidí que sí, era el momento.
--Siempre me has parecido una chica muy atractiva e inteligente ¿sabes? Tu perfume a vainilla me gustaba y me daba arcadas a la vez, porque hubo un tiempo que lo aborrecí, de tanto olértelo en clase. Ahora me he dado cuenta que me gusta y me vuelve loquísima después de veinte años sin olerlo, pero no quiero saber el nombre de esa fragancia, porque a mí no me olería tan bien como a ti, obviamente. Y cuando viniste hace tantos años a mi casa a hacer ese trabajo aburrido para el instituto que acabaste haciendo tú, porque yo no tenía ni idea de Física, pues me sentía muy mal, en deuda: nunca he sabido cómo poder devolverte ese favor. Estoy harta de pensar lo mismo, chica vainilla.
Sus enormes ojos se abrieron más, se quedó sorprendida, callada, se sonrojó y miró hacia otro lado. Después de un rato, recobró un poco la compostura volviendo a ser la altiva y pija de siempre.
--Creo que sé cómo puedes compensarme. Ven a mi casa.
Mis manos y mis piernas empezaron a temblar, no sabía qué iba a pasar, yo suponía que ella tendría ya la vida organizada con su pareja e hijos. Me resultó muy raro que me invitase a su casa sin ni siquiera pensárselo. ¡Y a mí no me gustaba! Yo solo quería enmendar mi vaguería de aquel día.
Al fin, caminando, llegamos a su casa. Tremenda mansión con piscina y un jardín increíble. Me hace pasar al comedor.
--Mira, querida, tengo varias personas en mi vida como tú, que me deben ciertas cosas, así que creo que es el momento que descubras adónde tengo apuntada a toda esa gente.
Se desnuda de arriba, yo estaba entre mareada y cuerda, de los nervios. Me senté en su sofá, empecé a hiperventilar.
--¿Qué te pasa? ¿Nunca has visto a alguien desnudarse? Tranquila, no te he traído para lo que piensas.
--Em... ah... pero... entonces... ¿por qué te has quitado...?
--Cállate. Mira mi espalda, ¿ves? Aquí tengo apuntadas a las personas que este año me deben cosas, su nombre y profesión. Faltas tú. No hay nada que me dé más placer que la gente me escriba en bolígrafo en el cuerpo.
Respiré tranquila, y apunté mi nombre y mi trabajo. Nuevamente, ella se quedó sin palabras, no se esperaba mi profesión. Volvió a recobrar su altivez en pocos minutos.
--Vaya, vaya... todas tenemos secretos, veo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario